Redibujar estructuras e ir al encuentro de nuestros bordes como acto de soberanía declarando propios antiguos territorios en los que otros clavaron sus banderas. Preservar a la sexualidad con sus inagotables singularidades es un derecho a la dignidad que transforma rutas concesionadas en senderos autónomos que se regeneran o desarman según la voluntad y no el miedo. Establecer una dialéctica con el deseo y defender el goce se vuelve una labor de sustento.
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